Instrucción y aprendizaje
Bueno... hoy toca darle un poco de intensidad a la cosa. ¿Conocéis a Ivan Illich? Ivan Illich fue un sacerdote y filósofo anarquista que hoy día nos sigue haciendo sentir algo incómodos con sus preguntas. Preguntas que, de hecho, no dejan a nadie indiferente. Plantea algunas cuestiones peligrosas y, en mi opinión, también necesarias.
En la época en la que nos encontramos, resulta más urgente que nunca cuestionar las estructuras tradicionales que han dominado la forma en que concebimos el enseñanza. Una voz que resuena con fuerza es la de Ivan Illich. En su famosa e influyente obra La sociedad desescolarizada (1971), Illich plantea, entre otras cosas, una provocadora afirmación: hemos confundido la instrucción con el aprendizaje real. Dicho de otra manera, que la instrucción garantiza el aprendizaje. De lo que pueden clasificarse como los 3 mitos que sintetizan el pensamiento de Illich, vamos a centrarnos en este que acabo de mencionar.
Según Illich, esta idea no solo es errónea, sino que ha cambiado radical y profundamente nuestras expectativas de lo que significa aprender y, a la vez, ha empobrecido la riqueza de otras formas posibles de adquirir conocimientos y habilidades.
El sistema escolar convencional funciona sobre lo que se puede llamar un "supuesto" fundamental: que la presencia de un docente, un programa de contenidos, una evaluación estandarizada y un aula garantizan que el estudiante aprenda. ¿Pero qué pasa cuando la enseñanza no despierta curiosidad, ni conecta con la experiencia del alumno, ni le permite aplicar lo aprendido a contextos reales? Como dije en la anterior entrada que hablaba sobre al arte en la pedagogía, una pedagogía y enseñanza que no incomoda y, por tanto, no despierta, es porque algo falla.
Illich no negaba el valor de enseñar, más bien criticaba la exclusividad y hegemonía de la instrucción formal. Señalaba que la mayoría de las cosas significativas que aprendemos (relacionarnos, hablar, convivir, usar herramientas, resolver problemas cotidianos, etc) no las aprendemos en la escuela, sino fuera de ella: conversando, observando, imitando, equivocándose y volviéndolo a intentar. ¿Dónde has aprendido a moverte en transporte público?¿En la escuela?¿U observando, imitando y fallando?
Uno de los efectos más "perversos" de este mito es que deslegitima todas las formas de aprendizaje no escolarizado. Las habilidades prácticas de un carpintero o las estrategias de un emprendedor autodidacto se ven subordinadas a la validación que otorgan los diplomas. Esto no solo provoca que se empobrezca la diversidad de formas de conocimiento, sino que también margina a quienes no acceden o encajan en el modelo escolar tradicional.
Además, al presentar la instrucción como el camino único y neutral hacia el saber, se invisibiliza el adoctrinamiento que a menudo ocurre en el aula: contenidos seleccionados desde una perspectiva dominante, formas de evaluación que priorizan la memorización sobre la reflexión, y una jerarquía donde el saber del docente se impone al del estudiante.
La crítica de Illich no es una invitación al caos ni al abandono de la educación, sino una propuesta de reinvención radical. Nos llama a pensar en redes de aprendizaje libre, en comunidades que se enseñan mutuamente. Esto no significa eliminar la escuela, como diría mi padre, de un plumazo; pero sí transformarla. ¿Por qué no abrir espacios más horizontales, donde el error no sea penalizado, donde el conocimiento se construya con diálogo, y donde aprender sea una experiencia significativa y no una obligación impuesta?
El mito de que la instrucción garantiza el aprendizaje es cómodo para un sistema que mide resultados y forma ciudadanos obedientes, pero es insuficiente y perjudicial para quienes quieren fomentar y desarrollar el pensamiento crítico, la autonomía personal y un compromiso real con su entorno.
Como pedagogos, tenemos el desafío ético de abrir las puertas a nuevas formas de enseñar y aprender que reconozcan la diversidad de experiencias, talentos y caminos posibles hacia el conocimiento
¿Estamos listos para imaginar una educación más libre y más humana?Y tú, ¿por dónde empezarías el cambio?
Illich, I. (2011). La sociedad desescolarizada. Godot. (p. 7-29)




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